Decía Oscar Wilde: “Jamás leo los libros que debo criticar; para no sufrir su influencia”. El autor usa la parodia irónica, la crítica, desmenuzando los mecanismos que permiten circular en sociedad, con éxito, y escribir en los periódicos con un barniz de (in)cultura, para triunfar, finalmente, en los mejores salones neo ilustrados, recurriendo a fórmulas hechas, convenciones aceptadas, mentiras piadosas, ignorancias comunes, y un desprecio insondable por las cosas de la cultura
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