Como buena serie B de alto presupuesto, Conan el Bárbaro no tiene reparo en invocar (o, más bien,canibalizar) el recuerdo de Tolkien, Indiana Jones, Beowulf o, básicamente, cualquier tótem del fantástico que entre en su radar. El vikingo Marcus Nispel compensa esa carencia de originalidad con una muy bienvenida sobredosis de gore, erotismo y demás placeres profanos que el género parecía haber olvidado.
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