Además, propinó a la víctima una “paliza brutal”, tal y como recoge la sentencia, dándole fuertes y reiterados golpes con la mano abierta, puñetazos, empujones contra muebles, agarrones, zarandeos, tirones de pelo, patadas y hasta intentos de estrangulamiento. La paliza duró más de diez minutos y la Audiencia incide en que la violencia empleada por el agresor fue “feroz, cruel y desproporcionada, incluso para el fin que pretendía de someter a la víctima a su voluntad y de agredirla sexualmente”.
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