Morgado habla con pasión ya desde las primeras palabras, aunque sean las de introducción, las que sitúan el problema. Define “la mente como un conjunto de procesos”, advirtiendo de que “la consciencia es unificada e intransferible, y relativamente independiente de la voluntad”. Al fin y al cabo, uno no deja de ser consciente cada vez que quiere. Puede tomar un somnífero, sí, pero no elige dejar de ser uno mismo como puede elegir (¿o cree que puede elegir?) el canal de televisión.
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