Hace una semana terminó la temporada de caza con galgo y empezaron las matanzas habituales, los bosques espectrales adornados con el fruto atroz de los perros ahorcados. A veces me entra un desaliento abrumador, un cansancio infinito de ser de este país. De una sociedad bruta e incivil sin tradición en el respeto a los seres vivos.
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