Orwell era un ingenuo. Nostradamus llegó tarde a todo. El Apocalipsis, una mariconada. El fin del mundo ya pasó. Y no ha sido para tanto. Todo tiene la misma apariencia que antes. Como en Matrix, pero sin el “como”. Por ejemplo: la democracia. La democracia, tras el fin del mundo, consiste en que el pueblo efectivamente elige a quien le gobierna. Pero no en las urnas, sino en las cajas de los supermercados. El resultado es la misma puta mierda que cuando decidíamos en las urnas: la idea más mediocre siempre es la que gana.
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