Cuando a uno le hablan de dopaje, jamás se para a pensar en la inocencia del señalado, sino todo lo contrario; "drogadicto" es lo más suave que se le puede llegar a decir. En ese momento, el deportista que está en el punto de mira es tratado, literalmente, como un delincuente al que se le niega toda presunción de inocencia y al que todos repudian y dan la espalda, los mismos que no hace mucho encharcaban el suelo con elogios y no dudaban en salir con él en la foto. Pero, ¿qué pasa cuando ese presunto positivo resulta que no lo es? Y peor aún...
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