El imputado José Luis Baltar metió a decenas de cargos y familiares del PP en la inflada plantilla de la Diputación de Ourense, repleta de peones, telefonistas, limpiadores y porteros.El “buen cacique”, como se autodenomina Baltar, convirtió la diputación en su finca particular y a lo largo de las dos décadas largas en las que la presidió la sobredotó de empleos que no eran más que un premio a la fidelidad.
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"Galicia Calidade".
Lectura recomendada para completar este artículo:
El crepúsculo de los caciques
http://politica.elpais.com/politica/2013/01/04/actualidad/1357317555_770762.html
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Una guillotina en la Puerta del Sol
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