Lo que hasta hace años había sido un remanso de cooperación internacional parece haber degenerado en una nueva forma de Guerra Fría: un astronauta ruso que ha quejado de que no le dejarán utilizar el baño estadounidense ni su bicicleta de ejercicios. El conflicto empezó en 2003 cuando Rusia comenzó a cobrar los viajes al resto de los pasajeros, ya fuesen científicos o millonarios. Los demás países participantes en el proyecto internacional han respondido de la misma manera, cobrando por los servicios prestados a tripulantes de otros países.
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