Fuerzas israelíes, con apoyo de EE.UU. y contratistas privados establecieron un sistema de reparto de ayuda humanitaria militarizado y defectuoso que convierte entregas de alimentos en auténticos baños de sangre. La grave situación humanitaria es consecuencia directa del uso del hambre como arma de guerra por Israel (un crimen de guerra) y la continua privación deliberada de ayuda y servicios básicos, lo que equivale al crimen de lesa humanidad de exterminio y genocidio. Los Estados deben exigir cesar la fuerza letal para controlar multitudes.
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