Hace 13 años | Por mondoxibaro a temposdixital.com
Publicado hace 13 años por mondoxibaro a temposdixital.com

Se impone la evidencia de un cambio de ciclo político que tiene como síntoma destacable el agotamiento de la izquierda, de la gobernante, de la opositora y de la alternativa. Paradójicamente, el caudal electoral de la ola conservadora crece cuando es más intensa la crisis desatada por el crash del capitalismo de casino que tanto glorificó la nueva y vieja derecha. La reacción primaria de la izquierda es apelar al resistencialismo militante. (Traducción al castellano en #1)

Comentarios

mondoxibaro

Se impone la evidencia de un cambio de ciclo político que tiene como síntoma destacable el agotamiento de la izquierda, de la gobernante, de la opositora y de la alternativa.

Paradójicamente, el caudal electoral de la ola conservadora crece cuando es más intensa la crisis desatada por el crash del capitalismo de casino que tanto glorificó la nueva y vieja derecha. La reacción primaria de la izquierda es apelar al resistencialismo militante. Valga como divisa la arenga de Felipe González: «Cuando las cosas van mal, militancia pura y dura».

El resistencialismo militante es una frágil caida frente a la deriva abstencionista que drena el espacio progresista. No lo es porque la pérdida de simpatía de las organizaciones de izquierda comienza a ser expresa no solo entre los ciudadanos-electores sino también entre los ciudadanos-militantes.

Un dirigente del PRD mexicano, Manuel Rodríguez Lapuente, resumió un sentir que comienza a ser dominante entre los afiliados a nuestras izquierdas: «Yo soy militante pero no simpatizo nada con este mi partido».

La bunquerización militante no es la solución de la izquierda, es la opción de la derecha cuando es asediada por el malestar ciudadana o se ve desalojada de los gobiernos. Una estrategia resistencial, muchas veces exitosa porque los conservadores cuentan con la colaboración de abundantes medios de comunicación que les ayudan a blindar sus apoyos sociales y a minimizar las pérdidas de lealtad. Sustentable también gracias a la complicidad de pudientes grupos financieros y empresariales y de la jerarquía de la Iglesia católica que asumen el protagonismo opositor en los momentos en que la derecha política pierde vigor. Se benefician de otra paradoja: la derecha recupera gobiernos sin ganar nuevos electores, les vale con que los pierdan los gobiernos progresistas, la volatilidad electoral de la izquierda es más decisoria que la (in)capacidad de los conservadores para sumar nuevos apoyos.
El apelo épico al resistencialismo en la izquierda y en el nacionalismo hace por olvidarse de las radicales diferencias que existen entre la gestión de la hegemonía de la derecha y la de las fuerzas que aspiran al cambio político y social. El modelo de hegemonía conservadora en tiempos de crisis reposa básicamente en la oferta del inmovilismo como protección frente a las incertidumbres, en la preferencia por la injusticia antes que la socialización del gobierno de la desigualdades, en la construcción de una sociedad abierta a los requerimientos del mercado pero rigurosamente inaccesible para los ciudadanos económicamente más vulnerables, y en un atávico miedo al futuro.
El abandono abstencionista de muchos ciudadanos de las ofertas progresistas y del nacionalismo no se superará con una defensa numantina de las políticas gubernativas ni con la exaltación de seguridades ideológicas o doctrinarias. Toda propuesta de cambio para la sociedad y las instituciones debe acompañarse de un cambio de los valores, de la organización de la participación y de los modos de intervención.
No hay otra vía para la (re)construcción de mayorías sociales que el impulso de una estrategia proactiva, dinámica, líquida en el decir de Zygmunt Bauman, inclusiva y orientada al futuro.
Se demandan programa de cambios operativos de corto, medio y largo alcance. Frente a las dificultades, las posibilidades de futuro de la izquierda no pasan por resistir sino por cambiar, por comenzar a cambiar su propio discurso y las formas de sus políticas.
La crisis exige que la izquierda se piense nuevamente para ensayar formas diferentes y construir ciudadanía con valores diferentes. George Lakoff defiende que uno de los valores centrales de la izquierda que necesitamos debe ser la empatía, la preocupación por los otros ciudadanos. En tiempos de desafección ciudadana respeto de la política; es decir, de desapego de la izquierda y de las políticas que realmente no dan mudado el estado de las cosas, la empatía política y de nuestras políticas con la ciudadanía es un primer paso imprescindible para la reformulación de la izquierda.
La izquierda de la clase política y de los aparatos partidarios es manifiestamente insuficiente y carece de todo magia; lamentablemente el futuro tampoco semeja transitar por la apología de la izquierda, de la militancia pura y dura sino por refundarse como una izquierda de los ciudadanos, pensada como un instrumento no solo de representación política sino también para la construcción de nuevas comunidades de intereses fundadas en la igualdad de trato y oportunidades y en un ejercicio avanzado de las libertades.

D

Pero si la izquierda no existe...

Fantasma_Opera

Stalin y sus sucesores en el Kremlin apuntillaron a la izquierda histórica, rematándola "pa los restos". Y los sindicatos actuales, a nivel local y nacional, han quitado toda credibilidad a un posible renacimiento.