El negocio es sencillo: un ladrón se sube a una escalera y desmonta un tendido de cable de cobre. Luego lo trocea y se lo lleva a un chatarrero. El chatarrero compra el cobre y lo vende a fundición. La fundición lo recicla y lo vende a las compañías que necesitan cobre. Esas empresas lo vuelven a poner en uso y rezan para que el ciclo no vuelva a empezar.
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