Alguien debió de olvidarse de que dentro de los coches viajan seres humanos cuando se decidió soterrar la M-30. Escribo estas líneas sintiendo todavía el picor de garganta, el dolor de cabeza y el malestar general que provoca un trayecto de más de diez minutos por el carísimo túnel que nos iba a solucionar la vida a los madrileños. Es, sencillamente, inaguantable. El humo de tubo de escape se puede ver fácilmente a contraluz. Una de dos: o los extractores no funcionan correctamente o simplemente no es posible hacer más por la calidad del aire
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