Un chiflado con capa de mago llamado Georges Méliès acercó la Luna a la Tierra, el futuro al presente, la imaginación a la realidad, a principios del siglo XX. Amante de las sombras chinescas, de la fantasmagoría del romanticismo negro, lector voraz de las aventuras de Julio Verne, dio una lección a los hermanos Lumière con un cristal pintado de imágenes de colores.
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