Los garbanzos que ponemos en el cocido han recorrido más de 9.000 kilómetros desde la mata, los kiwis casi 20.000 y el café supera los 6.000. Con estas distancias no es de extrañar que a la Tierra se le quede ‘atragantado’ el menú que servimos a la mesa. Un estudio, realizado por investigadores de la Universidad de Sevilla y de Vigo, ha revelado que, de media, nuestra comida recorre 5.000 kilómetros antes de acabar en el carro de la compra. Sin embargo, el coste de los daños ambientales y sociales de este ‘turismo’ alimentario no se reflejan
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Pero en eso, como en muchas otras cosas, son los consumidores los que tienen la llave, que no es otra que consumir productos cercanos.
Estas son las externalidades, que no vienen incluidas en el precio que pagamos por los productos que consumimos, que recorren miles de km, para nuestro uso, disfrute y despilfarro. Luego, los grandes (¿?) economistas, se llenan la boca con la productividad y la eficiencia. Si tuvieramos que pagar los costes reales del petróleo, el carbón, los plásticos, su reciclajes, la limpieza de los terrenos deforestados y desertizados por el uso de productos, no dudeis que volveríamos al consumo local. ¿¿O es que ahora resulta que lo que se produce a la puerta de mi casa es más caro que lo que se produce en la otra punta del mundo?? Algo no cuadra, y son estas externalidades
A FSM pongo por testigo de que casi nada de lo que yo como ha recorrido tantos kilómetros.