Un hotel de lujo convertido en cárcel, cientos de detenidos de la familia real acusados de corrupción y un constante goteo de reformas que están dejando atónitos al país y al resto del mundo. ¿Qué ha ocurrido en Arabia Saudí para que, tras décadas de inmovilismo de un régimen guiado por una ideología extremista como el wahabismo, las cosas estén avanzando, aparentemente, a pasos de gigante? La respuesta tiene un apellido: Salmán.
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