Hace años, al calor de la ola ladrillera que lo devoraba todo y a todos parecía convencer, un grupo de murcianos concienciados no se dejaron engañar por los relumbrones de aquella quimera, y denunciaron en la calle, ante la incomprensión casi general, que todos aquellos oropeles eran pan para hoy y hambre para mañana.  
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