Conocí a Iván cuando yo ya llevaba casi diez años en Madrid. Él ya era conocido y deseado por sus trabajos en televisión, aquel mítico Último grito y Un dos tres al escondite inglés (largometraje firmado por su productor, Jose Luis Borau, porque Iván no tenía el carné de director) uno de los pocos ejemplos de cine pop no-cutre que se hicieron en nuestro país a final de los años 60 y que podía codearse con cualquier producto psicodélico inglés en cuanto a calidad, y superándolo en ironía. Relacionada:
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