La crisis empieza a quebrar la unidad de los obispos, con el cardenal Antonio María Rouco en la primera línea de fuego. El debate se centra, sobre todo, en el silencio de la Conferencia Episcopal Española (CEE), de la que el prelado de Madrid es presidente. Tan dada a pronunciarse sobre todo lo divino y lo humano, la CEE no ha dicho palabra sobre las dificultades económicas que padecen millones de españoles, y mucho menos sobre los culpables.
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