Casi medianoche. Lo que en Vecriga eran catedrales majestuosas, restaurantes chic y plazas con música en vivo se convertía dos kilómetros más allá en oscuridad, silencio y herrumbre. Casas destartaladas manteniéndose en pie a duras penas, bloques grises de estilo soviético, fábricas en abandono, aceras de superficie lunarizada...
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