Más de uno se aventuró demasiado cuando en 2008 apuntó que Arnaldo Otegi, encarcelado entonces en la prisión de Martutene por haber participado en un homenaje a José Miguel Beñarán, Argala, era ya un cadáver político condenado a la retirada. Pero a los pocos días de salir de prisión en agosto de 2008 asumió un claro compromiso en su localidad natal, Elgoibar (Gipuzkoa), ante cientos de militantes: seguir al frente hasta lograr un proceso de paz. "Tenemos un gran pueblo, y merece la paz y la libertad", proclamó.
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