El escenario es desgarrador, un lecho colocado de forma transversal para bloquear la entrada de un dormitorio, un gesto desesperado de sus ocupantes por protegerse de la lluvia de lapilli —fragmentos de roca volcánica— que caía sin piedad durante las primeras fases de la erupción. El mobiliario, reducido a cenizas, ha sido recuperado mediante la técnica de los vaciados de yeso. Junto a él, los restos de al menos cuatro individuos, entre ellos un niño.
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Por cierto cuando estuve ahí, note como una sensación agradable, acogedora, diferente del resto de Pompeya, en el anfiteatro, luego caí, semanas después, en el concierto de Pink Floyd. Fue muy curioso
Me hago cargo de que Pompeya ni sufre ni padece, y que los muertos muertos están.
Lo decía en el sentido de que cada poco tiempo vuelve a surgir algún artículo sobre pompeya hablando de los últimos minutos de vida de sus habitantes.