Parecía predestinado a ser ministro de Economía. Incluso en los largos períodos en que trabajó desde el sector privado, su manera de moverse en los corredores del poder mostraba a alguien más interesado por el mando público que por su retribución, por los problemas generales que por los concretos, por una aproximación política a los problemas que por la persecución exclusiva del beneficio empresarial, aunque esta fuera la máxima moral recomendada por su admirado Adam Smith.
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