La opción por una estrategia energética especulativa ha dado como resultado que las grandes constructoras, los bancos y las eléctricas hayan generado enormes beneficios atípicos y que se haya permitido el incremento de nuestra dependencia energética hasta niveles que ningún país serio ha admitido en ninguna otra parte del mundo. Pero desde 2008, el descenso de la demanda energética por la crisis requería frenar el crecimiento de las renovables para preservar el dominio del carbón, el gas y la nuclear y, ante todo, el valor de sus acciones.
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