Los agresores, que visten uniformes de auxiliares bachilleres de la Policía, cavan un hoyo en la tierra y hacen que el animal entre para luego ponerle una soga alrededor del cuello. Acto seguido, dos de los hombres halan los extremos hasta levantar al animal que poco a poco se va ahogando y deja de resistirse. Mientras matan a la perra, los jóvenes bromean, se carcajean y se alientan diciendo "eso es qué es mi patrullero, esa es la cosa".
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