Dejaron al toro esperando en el cajón más de 20 minutos, un tiempo que hizo que estuviera cada vez más nervioso e inquieto. Hasta que llegó el operario del matadero y le disparó en la cabeza. Recuerdo la rapidez con la que ese animal tímido, con emociones, miedos, recuerdos y sentimientos, se convirtió en algo que cortar en pedazos. Recuerdo la sonrisa sádica de uno de los matarifes y cómo cogió la cabeza despellejada y decapitada del toro mientras se reía y burlaba. He visto a otros sonreír mientras clavaban un cuchillo en la garganta.
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