Hasta hace tan solo unos días mi discurso estaba claro, los cambios de poder se llevaban a cabo únicamente por dos vías, u otro agente más poderoso aún, movía los hilos para deponer a un presidente, o el pueblo salía a la calle con guadañas y antorchas y le cortaba la cabeza a Luís XVI, punto. Eso de que la resistencia pacífica podía ser efectiva me parecía una chorrada mayúscula, un dictador no iba a dejar de serlo porque cuatro idealistas iluminados tirasen un par de margaritas a un tanque ¿no? Bien, hoy me veo obligado a revisarlo.
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