Batalla de Shiloh, Tennessee (1862). Los médicos de ambos bandos no estaban preparados para tal carnicería: 3.000 muertos y 16.000 heridos. Por si las heridas de bala y bayoneta no fueran suficientemente graves, eran comunes infecciones bacterianas que se daban un festín con los maltrechos tejidos de los soldados. Algunos de ellos pasaban varios días y noches en el campo de batalla hasta que podían ser retirados y atendidos. Los médicos notaron un extraño resplandor que emanaba de sus heridas.
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