Català dedicó el premio a las mujeres que la acompañaron en el campo de concentración –"por eso acepto esta condecoración", aseguró– y recordó el juramento que ella y sus compañeras de cautiverio se hicieron en aquel momento, que debía consistir en recordar el horror en cada circunstancia de su vida en que eso fuera posible. No olvidar, para impedir que vuelva a suceder. "Nuestra dignidad estuvo siempre por encima de las palizas que nos daban cada día. Nunca nos sometimos"
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