En el siglo XVIII la pobreza era muy acusada. Había en España poco trabajo y mucha miseria. Se calcula que solo en Castilla existían más de 150.000 vagabundos y desempleados en general entre una población que entonces era tan solo de 12 millones en todo el país. Madrid y también las zonas del litoral, tradicionalmente fuente de riqueza, eran los puntos a los que acudían los desposeídos en busca de oportunidades, de modo que la pequeña industria que se había creado en Cataluña se veía impotente para absorber tanta mano de obra.
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