Los niños y las niñas aprenden pronto cómo desenvolverse en un mundo marcado por los dictámenes del consumismo, y descubren lo fácil que es convencer a sus padres y madres de qué es lo que tienen que comprar. Así las grandes marcas, conscientes de quién manda en la casa, fidelizan a los más pequeños mientras la sociedad mira impasible los problemas ambientales y sociales derivados del consumismo. Los publicistas conocen perfectamente el poder que los más pequeños tienen sobre las decisiones de compra de sus padres.
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