Una gran montaña cubre con su sombra una pequeña aldea. Por falta de rayos solares los niños crecen raquíticos.
Un buen día los aldeanos ven al más anciano de ellos dirigirse hacia los límites del pueblo, llevando una cuchara de loza en las manos.
–¿A dónde vas? –le preguntan.
Responde:
–Voy a la montaña.
–¿Para qué?
–Para desplazarla.
–¿Con qué?
–Con esta cuchara.
–¡Estás loco! ¡Nunca podrás!
–No estoy loco: sé que nunca podré, pero alguien tiene que comenzar.
Antiguo cuento chino
“Si por «libre albedrío» entendemos la libertad para hacer lo que deseamos, entonces sí, los humanos tenemos libre albedrío. Pero si por «libre albedrío» entendemos la libertad para escoger qué desear…, entonces no, los humanos no tenemos libre albedrío.”
Yuval Noah Harari, “21 lecciones para el siglo XXI”
Había una vez un niño pobre que vivía en China y estaba sentado en la acera, a la puerta de su casa. Lo que más deseaba en este mundo era un caballo, pero no tenía dinero.
Justo ese día pasó por su calle una manada de caballos con un potrillo incapaz de acompañar al grupo. El dueño de la manada, que conocía el deseo del niño, le preguntó si quería el potro. Exultante, el niño aceptó.
Un vecino, al saber lo ocurrido, dijo al padre del niño que su hijo tenía mucha suerte.
El padre le preguntó por qué, y el vecino respondió:
-Su hijo quería un caballo, pasa la manada y le regalan un potrillo, ¿no es eso suerte?
-Puede ser una suerte o una desgracia, contestó el chino padre.
El niño cuidó el caballo con celo, pero un día ya crecido, el animal huyó. Esta vez el vecino dijo:
-¡Su hijo no tiene suerte! Le regalan un potro, cuida de él y cuando crece, huye.
-Puede ser una desgracia o también una suerte, repitió el padre.
Pasó el tiempo y un día el caballo regresó acompañado de una manada salvaje de 100 caballos.
El niño, que ya era un muchacho, consiguió cercarlos y adueñarse de todos. Y el vecino dijo:
-Su hijo tiene suerte, recibe un potro, lo cría, éste huye y vuelve con una manada de 100 caballos salvajes.
-Puede ser una suerte o una desgracia, respondió de nuevo el chino padre.
Más tarde, el joven se rompió una pierna mientras domaba a uno de los caballos.
El vecino entonces dijo:
-¡Su hijo no tiene suerte! El potro huye, vuelve con una manada salvaje y al domar a uno de los caballos se rompe una pierna.
-Puede ser una desgracia como puede ser una suerte, insistió el padre.
Días después, el reino donde vivían declaró la guerra al reino vecino. Todos los jóvenes fueron reclutados menos el que estaba con la pierna rota. Y el vecino dijo:
-¡Su hijo tiene mucha suerte!, a lo que el padre chino contestó:
-Puede ser...
Toda noche trae su día y todo día atrae la oscuridad. Sabiendo eso, el hombre sabio no se alegra con la dicha ni se ve perturbado por la desgracia.
Cuento chino
El que no detecta los males cuando nacen, no es verdaderamente prudente. Si quien gobierna no reconoce los males hasta que los tiene encima, no es realmente sabio. (...)
Hay tanta distancia de cómo se vive a cómo se debería vivir, que el que deja el estudio de lo que se hace para estudiar lo que se debería hacer aprende más bien lo que debe obrar su ruina que lo que debe preservarle de ella: porque un hombre que en todas las cosas quiera hacer profesión de bueno, entre tantos que no lo son, no puede llegar más que al desastre... Y yo sé que todos confesarán que sería cosa muy loable que en un príncipe se encontraran todas las cualidades mencionadas, las que son tenidas por buenas: pero, como no se puede tenerlas todas, ni observarlas a la perfección, porque la condición humana no lo consiente, es necesario que el príncipe sea tan prudente que sepa evitar la infamia de los vicios que le harían perder el Estado, y preservarse, si le es posible, de los que no se harían perder; pero si no puede, estará obligado a menos reserva abandonándose a ellos. Sin embargo, no tema incurrir en la infamia de aquellos vicios sin los cuales difícilmente pueda salvar al Estado; porque, si se pesa bien todo, se encontrará que algunas cosas que parecen virtudes, si las observa, serán su ruina, y que otras que parecen vicios, siguiéndolas, le proporcionarán su seguridad y su bienestar. (...)
La sabiduría consiste en saber distinguir la naturaleza del problema y en elegir el mal menor.
(Maquiavelo, "El príncipe", 1532).

"Cuando haya desaparecido la subordinación esclavizadora de los individuos a la división del trabajo, y con ella, la oposición entre el trabajo intelectual y el trabajo manual; cuando el trabajo no sea solamente un medio de vida, sino la primera necesidad vital; cuando, con el desarrollo de los individuos en todos sus aspectos, crezcan también las fuerzas productivas y corran a chorro lleno los manantiales de la riqueza colectiva, sólo entonces podrá rebasarse totalmente el estrecho horizonte del derecho burgués, y la sociedad podrá escribir en sus banderas: ¡De cada cual, según sus capacidades; a cada cual, según sus necesidades!".

“Si no soy yo, ¿quién?
Si no es así, ¿cómo?
Y, si no es hoy, ¿cuándo?”
Atribuida a Alejandro Jodorowsky
Nota sobre la autoría de la cita
"En la realidad, aunque como socialistas reconociésemos el derecho inmediato de todas las naciones a la independencia, el destino de las naciones no cambiaría un ápice por ello. En las condiciones sociales existentes, el derecho de una nación a la libertad, así como el derecho del obrero a la independencia económica, valen tanto como el derecho de todo ser humano a comer en vajilla de oro […] Por la misma razón, la esperanza de solucionar todas las cuestiones nacionales en el marco capitalista asegurando a todas las naciones, razas y grupos étnicos la posibilidad de ‘autodeterminación’ es una completa utopía [...] El desarrollo de poderes mundiales, un rasgo característico de nuestra era moderna, y que adquiere cada día mayor importancia gracias al progreso del capitalismo, condena a priori a todas las pequeñas naciones a la impotencia política. Aparte de algunas de las naciones más poderosas, que lideran el desarrollo capitalista y poseen los recursos espirituales y materiales necesarios para conservar su independencia económica y política, la ‘autodeterminación’, es decir, la existencia independiente de naciones pequeñas, es una ilusión, y cada vez lo será más [...] Además, la política y la economía mundializadas -una condición para la supervivencia de los estados capitalistas - convierten a los pequeños estados europeos, políticamente independientes y formalmente iguales, en protagonistas mudos - y a menudo en chivos expiatorios - del escenario europeo [...] Desde este punto de vista, la idea de asegurar a todas las ‘naciones’ la posibilidad de autodeterminarse equivale a la perspectiva de abandonar el desarrollo del gran capitalismo para volver a los pequeños estados medievales, muy anteriores a los siglos XV y XVI [...]Las excepciones aparentes no hacen sino confirmar, tras un análisis más profundo, la conclusión de que el desarrollo moderno del capitalismo resulta irreconciliable con la auténtica independencia de todas las nacionalidades [..]
Un intento general de dividir todos los estados existentes en unidades nacionales y delimitarlos según el modelo de estados y estaditos nacionales es una empresa sin esperanza y, desde el punto de vista histórico, reaccionaria.”
(Rosa Luxemburgo (1871 - 1918), La Cuestión Nacional, 1978, Ediciones “El Viejo Topo”).
“Desde Auschwitz, sabemos de lo que es capaz el hombre. Y desde Hiroshima, sabemos lo que está en juego.”
Viktor Franki, "El hombre en busca de sentido" (1946)

"En lugar de temer los asteroides, deberíamos temernos a nosotros mismos."
Yuval Noah Harari, Homo Deus (2015)
La ética de Taleb.
En el famoso cuento de Ahiqar, más tarde recogido por Esopo (luego nuevamente por La Fontaine), el perro alardea ante el lobo de todos los artilugios de comodidad y lujo que tiene, casi incitando al lobo a alistarse. Hasta que el lobo le pregunta al perro sobre su collar y se aterroriza cuando comprende el uso. “De todas tus comidas, no quiero ninguna.” Se escapó y sigue hoy corriendo. La pregunta es: ¿qué te gustaría ser, un perro o un lobo? La versión aramea original tenía un asno, en lugar de un lobo, mostrando su libertad. Pero a ese asno se lo come un león. La libertad conlleva riesgos: hay que poner la carne en el asador. La libertad nunca es gratis. Hagas lo que hagas, simplemente no seas un perro que dice ser un lobo.
Nunca intentes falsear un rango, lección por todos conocida en el reino animal.
Entre gorriones, los machos desarrollan rasgos secundarios que se correlacionan con su capacidad de lucha. El color más oscuro está asociado con el dominio. Sin embargo, el oscurecimiento experimental de los machos más claros no afecta su estado, porque el comportamiento no se altera. De hecho, estos pájaros más oscuros son asesinados, como me dijo una vez el investigador Terry Burnham: los pájaros saben que uno debe caminar el camino. [You need to walk the walk].
Los perfiles corporativos son los que, de forma contraintuitiva, corren mayor peligro. Mayor es la fragilidad cuanto más alto es su cargo.
Otro aspecto del dilema del perro contra el lobo: la sensación de falsa estabilidad. La vida de un perro puede parecer tranquila y segura, pero en ausencia de un dueño, un perro no sobrevive. La mayoría de las personas prefieren adoptar cachorros, no perros adultos. En muchos países, los perros no deseados son sacrificados. Un lobo está entrenado para sobrevivir. Los empleados abandonados por sus empleadores, como vimos en la historia de IBM, no consiguen reincorporarse.
En el National Mall se halla el sobrecogedor memorial de la Guerra de Corea, obra del escultor Frank Gaylord. 19 soldados de acero y una inscripción en la piedra: Freedom is not free.
La libertad tiene un precio.
Merece la pena pagarlo.
Cuentan que hace mucho tiempo, en una recóndita región de Nepal, existió un anciano muy pobre. No tenía bienes materiales. Sin embargo, poseía un caballo tan hermoso, que era envidiado por todos.
Nobles y hasta emperadores le ofrecieron una suma inmensa por el caballo, pero él se negaba a venderlo.
– ¿Cómo voy a vender a mi caballo si siento que es parte de mi familia? - decía el anciano a modo de excusa.
Pasó el tiempo y un día, el caballo desapareció del establo. Los vecinos comenzaron a murmurar:
– ¡Viejo tonto! ¡Si hubiera vendido su caballo, no se lo hubieran robado!
– ¡Era una tentación! ¡Han tardado en robarle el caballo!
Las personas tenían muy claro que el animal había sido robado. Sin embargo, el anciano les decía:
– No vayáis tan lejos con vuestros pensamientos… Lo único evidente es que el caballo ya no está en el establo.
A los quince días, el caballo regresó. No había sido robado, sino que se había escapado. Y además regresó acompañado por quince hermosas yeguas.
Fábula budista
“Hay gente dispuesta a defender la libertad hasta que no quede de ella el menor vestigio”.
Andaban dos hombres perdidos por el desierto. Las horas pasaban y cada vez sentían más sed y más hambre.
De pronto, llegaron a una tapia muy alta. Tras ellas se podía escuchar con nitidez el sonido de una cascada y un arroyo. Y por encima de la pared asomaba alguna rama de un frondoso árbol frutal.
Uno de los dos hombres no se lo pensó y comenzó a trepar a toda velocidad y con mucha agilidad por la pared, hasta llegar a lo más alto y perderse más allá de la tapia.
El otro hombre, sin embargo, recogió uno de los frutos que habían caído de las ramas para tomar algo de alimento, dio media vuelta y se dispuso a buscar más personas perdidas en el desierto para indicarles el camino hacia aquel oasis.
Cuento zen sobre la solidaridad
"La mente crea su propia lugar,
y en él puede hacer un cielo del
infierno y un infierno del cielo"

Ves cosas y dices, "¿por qué?" Pero yo sueño cosas que nunca fueron y digo, "¿por qué no?".
George Bernard Shaw
“Teniendo en cuenta la naturaleza humana, ejercer el poder sobre el sustento de un hombre, equivale a ejercer el poder sobre su voluntad”.
“La mayoría de la gente pasa por la vida gastando la mitad de las energías de que dispone en tratar de proteger una dignidad que nunca ha poseído.”
Raymond Chandler, “El largo adiós” (1953)

"Nunca puede haber un hombre tan perdido como alguien que se pierde en los vastos e intrincados corredores de su propia mente solitaria, donde nadie le puede alcanzar y nadie le puede salvar".
Atribuido a Isaac Asimov
Cuentan que un hombre ya mayor, se retiró un buen día a vivir en soledad, en lo más alto de una montaña. Hasta allí acudían muchas personas que querían consultar alguna cosa, pero el ermitaño siempre decía estar ocupado.
Un buen día, un caminante le preguntó:
– No veo que tengas nada a qué dedicarte. No tienes más que tu ropa y una cama hecha con hojas de los árboles. ¿En qué inviertes todo el tiempo? ¿Por qué dices estar tan ocupado?
El anciano se volvió y respondió con serenidad:
– Tengo muchos animales que cuidar y vigilar. Tú no los ves, pero debo entrenar dos halcones y dos águilas, tranquilizar constantemente a dos conejos, disciplinar a una serpiente, motivar día tras día a un burro y domar a un fiero león.
– Pero, ¿dónde están todos esos animales? - volvió a preguntar el hombre.
– Dentro de ti- dijo el ermitaño señalando con su dedo al visitante-. Y dentro de mí…
Ante la cara de asombro del hombre, el ermitaño le explicó:
– Mis dos halcones se lanzan sobre todo lo que ven, son muy curiosos, pero debo impedir que se lancen sobre lo malo y se queden solo con lo bueno. Son mis ojos.
Y las águilas tienen unas garras muy poderosas. Podrían hacer mucho daño, por eso debo entrenarlos para que no hagan mal a nadie… son mis manos.
Y sí, mis dos conejos son muy asustadizos. En cuanto se encuentran con una dificultad, intentar dar media vuelta o buscar un camino alternativo para no enfrentarse al problema. Se ponen muy nerviosos y debo tranquilizarlos. Son mis pies.
Ahora bien, el animal que más quebraderos de cabeza me trae es la serpiente… La tengo encerrada en una jaula, y en cuanto sale de ella, intenta morder a alguien ante el menor descuido. Tengo que tener mucho cuidado porque su mordedura es venenosa. Es mi lengua.
El pobre burro anda todos los días quejándose. Es muy tozudo porque dice estar cansado y tengo que convencerle cada día de que puede seguir con su trabajo. Es mi cuerpo.
Y por último, pero no menos importante… está el león. Es muy fiero y cuesta domesticarlo. Llevo años intentándolo, pero en cuanto creo que ya está conseguido, vuelve a rugir con fuerza. Es vanidoso y siempre piensa que es el rey. Es mi ego.
Ya ves, no me queda tiempo para nada más… por eso estoy tan ocupado.
Fábula
Una pareja llegó ante Nasrudín, magistrado del lugar. La mujer presentó sus argumentos y Nasrudín le dijo:
—Señora, usted tiene la razón.
El marido argumentó: —Pero, Nasrudín, aún no ha escuchado mi punto de vista.
Después de presentarlo, Nasrudín le dijo: —Señor, usted tiene la razón.
Otro magistrado que estaba ahí, dijo: —Nasrudín, ambos no pueden tener la razón.
Nasrudín entonces, dictando sentencia, le dijo al magistrado: —Usted también tiene la razón.
Cuento sufí
A un lobo se le clavó en la garganta el hueso que había devorado; vencido por el intenso dolor, empezó a tentar a unos y a otros con un premio, para que le extrajeran la causa de su mal. Finalmente, la grulla se dejó persuadir por sus juramentos y, confiando la longitud de su cuello a la garganta del lobo, le aplicó una terapia arriesgada para ella misma. Al [10] reclamar el premio pactado a cambio de ésta, el lobo dijo: «Eres ingrata; has sacado la cabeza intacta de mi boca y todavía reclamas la paga.»
Esopo
“Para mí, vivir es no tener prisa, contemplar las cosas, prestar oído a las cuitas ajenas, sentir curiosidad y compasión, no decir mentiras, compartir con los vivos un vaso de vino o un trozo de pan, acordarse con orgullo de la lección de los muertos, no permitir que nos humillen o nos engañen, no contestar que sí ni que no sin haber contado antes hasta cien como hacía el Pato Donald... Vivir es saber estar solo para aprender a estar en compañía, y vivir es explicarse y llorar... y vivir es reírse...”
Carmen Martín Gaite, “Caperucita en Manhattan” (1990)

John Barleycorn apela a la debilidad y al fracaso, al cansancio y al agotamiento. Él es la salida fácil. Y miente todo el tiempo. Ofrece falsa fuerza al cuerpo, falsa elevación al espíritu, haciendo que las cosas parezcan lo que no son y mucho más bellas de lo que son.
Jack London, John Barleycorn
menéame