Mientras en Madrid todavía se discutía si la física era cosa de herejes y si Lavoisier merecía entrar en el Index librorum prohibitorum, un grupo de comerciantes, sacerdotes y señores de provincia abrió en Bergara —un pueblo tan pequeño que era difícil de encontrar hasta en los mapas— lo que podría describirse como uno de los primeros intentos sistemáticos de fabricar modernidad. El Real Seminario Patriótico Bascongado de Bergara abría sus puertas en el curso académico 1776-1777 con cátedras en Química, Mineralogía y Metalurgia.
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Este es un buen ejemplo
Y hay que creer. Es el relato vencedor.