La familia Ardid Martínez-Bordiú, una de las ramas de descendientes del dictador Francisco Franco, ha reducido posiciones en el sector hotelero, uno de los más golpeados por la pandemia, con la reciente venta de un establecimiento de lujo en el centro de Madrid tras lograr la dueña del inmueble el aval del Estado para algunas de sus deudas.
Si te lees la noticia descubres que el hotel solicitó un préstamo de dos millones en noviembre de 2020 para capear el nefasto año de covid, y que fue aprobado mediante la mediación y aval de la ICO de forma automática, ya que el gobierno dispuso estas ayudas a todas las empresas del sector servicios afectadas por la covid. Ahora han conseguido vender el hotel a una cadena inglesa, un poco a la baja, y con ello finiquitar el préstamo con el banco y liberar el aval del estado.
Y se pierde toda la magia
#3 Ya, pero es que la propia Constitución española dice que si eres descendiente de Franco tienes menos derechos que el resto de españoles. Es un poco como lo del pecado original de Adán y Eva, como Franco fue un dictador todo su linaje queda automáticamente maldito. Lo dice la matria.
Comentarios
Si te lees la noticia descubres que el hotel solicitó un préstamo de dos millones en noviembre de 2020 para capear el nefasto año de covid, y que fue aprobado mediante la mediación y aval de la ICO de forma automática, ya que el gobierno dispuso estas ayudas a todas las empresas del sector servicios afectadas por la covid. Ahora han conseguido vender el hotel a una cadena inglesa, un poco a la baja, y con ello finiquitar el préstamo con el banco y liberar el aval del estado.
Y se pierde toda la magia
#3 Ya, pero es que la propia Constitución española dice que si eres descendiente de Franco tienes menos derechos que el resto de españoles. Es un poco como lo del pecado original de Adán y Eva, como Franco fue un dictador todo su linaje queda automáticamente maldito. Lo dice la matria.
#4 No. Lo dice la decencia.
Atado y bien atado.
Nada nuevo cara al sol.
El gobierno más progresista de la galaxia.
Qué vergüenza de país