Hace 2 años | Por Pilar_F.C. a elpais.com
Publicado hace 2 años por Pilar_F.C. a elpais.com

Nadie debería morir en primavera, reflexiona Pedro González mientras enseña fotos de los ramos de flores que cada día recogía de su jardín para llevarle a su mujer, ingresada en un hospital de Barcelona tras haber sufrido un ictus. “Fueron 40 visitas y 40 ramos”. Hasta el 14 de mayo de 2021, cuando “la Núria Gasull”, su Núria, falleció. Acababa de cumplir los 80 y él, que ahora tiene 73, dice que juntos pasaron “un instante que duró 45 años”. A Pedro se le desmontó la vida.

Comentarios

Pilar_F.C.

#8 Ninguna palabra consuela ese dolor, pero ojalá pudiera.

Sendas_de_Vida

#9 gracias, ojalá.

Ddb

#8 Un abrazo, Usatges. Seguramente no te valdrá de nada pero siempre he pensado que la gente que te quiere, cuando muere, lo que desea es que sus seres queridos lo superen pronto y vuelvan a ser lo más felices posibles. Y ese volver a ser feliz creo que es el mejor homenaje que le puedes hacer a una persona que quieres y ha muerto.

Pilar_F.C.

La carta. Hace un año, murió mi esposa. Núria Gasull era extraordinaria, sabía siete idiomas. Cuando trabajó de azafata de tierra, recibió a Eleanor Parker, la baronesa de Sonrisas y lágrimas; a Twiggy, la modelo más célebre de los sesenta, y, cuando fue guía de turismo, enseñó Barcelona a Bergman. Fue profesora de teatro y música, escribió narraciones cortas, sabía cocinar reinventando cada vez los platos del Ampurdán y la Costa Brava. Y tocaba a Rachmáninov, como pocos. La conocí en la universidad en octubre de 1975, cuando todo iba a ser posible y todo estaba por hacer. Vivimos juntos 45 años de complicidades y emociones, de lecturas en el jardín; hemos llorado mil veces con Anna Magnani, hemos ascendido a los cielos con Barenboim en la Filarmónica, con Gardiner, la Caballé... La he llorado por todos los sitios, caminando y caminando hasta la extenuación, mañanas enteras en los parques, por la calle, en el metro, en la cola del supermercado y ahora escribiendo estas líneas. Pero nadie se ha acercado a preguntar si me pasaba algo.

Pedro González Carranza. Barcelona

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#2 Pedro nos cuenta lo feliz que fue su vida con Nuria. No sabemos cuántas veces, en su felicidad, se acercaron a quien sufría y le preguntaron si le pasaba algo.

Pilar_F.C.

Nadie debería morir en primavera, reflexiona Pedro González mientras enseña fotos de los ramos de flores que cada día recogía de su jardín para llevarle a su mujer, ingresada en un hospital de Barcelona tras haber sufrido un ictus. “Fueron 40 visitas y 40 ramos”. Hasta el 14 de mayo de 2021, cuando “la Núria Gasull”, su Núria, falleció. Acababa de cumplir los 80 y él, que ahora tiene 73, dice que juntos pasaron “un instante que duró 45 años”. A Pedro se le desmontó la vida. Cuenta que fue con su muerte cuando conoció “la palabra sufrimiento”. En los peores días, después de aguantar el tipo en el hospital, explotaba. “Lloraba por los rincones hasta llegar al autobús, y en un parque al lado de casa durante horas”. Nunca nadie le preguntó qué le pasaba.

Este jueves, su carta a la directora de EL PAÍS, en la que relataba lo “extraordinaria” que era su esposa, su desgarro y la falta de empatía de una sociedad anestesiada ante el dolor ajeno, conmovió a cientos de lectores. Él recibe a la visita sin ser consciente de ello, no está muy al tanto de las redes. Escribió el texto para honrar a “la Núria” en el aniversario de su muerte. Sus ojos se humedecen por momentos, en otros tantos brillan hablando de ella. Le sorprende que “una pequeña historia” despierte interés. Una “pequeña historia” que probablemente cuente la de muchos de los casi tres millones de viudos y viudas que hay en España. De los 2,1 millones de personas de 65 o más años que vivían solas en 2020, más de la mitad habían perdido a su pareja, según datos del INE.
Núria Gasull, en una foto de los años 90' del archivo familiar.
Núria Gasull, en una foto de los años 90' del archivo familiar.

La “pequeña historia” de Pedro y de Núria es, en realidad, extraordinaria. Él se apasiona al hablar de ella, de los libros y de la música que compartieron, de cómo se agarraban de la mano cuando se emocionaban juntos en el Liceo. De las cenas eternas en su jardín, cuando cuidaban cada detalle y brindaban con cava. Vivieron mil vidas juntos. Ella fue azafata, guía turística, profesora de teatro y música. Él fue arquitecto y pasó 20 años dando clases de dibujo técnico, de cine, de diseño… Incluso tuvieron un restaurante. Ahora está jubilado. “Como nosotros no hemos tenido hijos, nos hemos dedicado mucho a las musarañas, a apreciar los azules en la Costa Brava, al cine”, cuenta. A la ópera.

“Nos conocimos en el otoño en que se estaba muriendo Franco”, relata Pedro, cuando ambos estaban matriculados en Historia del arte y los pasillos de la universidad bullían y proliferaban los debates. “Un día se levantó la Núria y dije: Mira esta, cómo argumenta, y sin decir ni un taco”, se ríe. “Fue pum”, añade mientras chasquea los dedos y recuerda su vestido verde con flores y su pelo rizado. Lo cuenta en Ciudad Real, donde acaba de instalarse hace apenas dos semanas, tras vender una casa de Barcelona que se había convertido en un “vía crucis” y que “estaba impregnada de ella”. En el que ha sido el peor año de su vida, muchas veces cerró las ventanas y gritó. Estaba en el supermercado cuando le llamaron para darle la noticia de su muerte. Había ido a visitarla esa mañana. “Estuve dos días sin oír nada. Debió de ser una reacción: pues ahora no quiero saber nada”, razona Pedro, que lleva audífonos. “Por los años y el sufrimiento” se ha quedado “un poco sordo”.

“La vida sin Núria ha sido una soledad y un vacío. Es terrible. Y como nosotros hemos compartido tanto... Cada frase de un libro era de los dos, las metáforas que utilizábamos”. Mientras habla, retumba un poco el eco en una casa con las paredes aún desnudas y las estanterías vacías. “Voy a hacerle un altar laico aquí, colgando dos de los cuadros que ella pintó”, señala a un lado del salón, sobre unos muebles hechos por él, en los que ha silueteado parte de los dibujos de su esposa. Una casa sin libros, se horroriza al decirlo. De las 140 cajas que guarda en un almacén de su hermana, 66 están llenas de libros. Lo primero que quiere hacer es montar la biblioteca.

A

La gente de Bart…

Pilar_F.C.

#5¡ uyyyy! la gente con sentimientos y empatía.

D

Serie relacionada:
After Life

M

#0 creo que ya salió. Edit :ya la enviaste tú misma

Pilar_F.C.

#4 Sí, pero esta es quien es él y su vida con su Nuria.