El Real Decreto 286/2022, de 19 de abril ha eliminado la obligación general y de origen legal de llevar mascarilla en espacios cerrados. Sin embargo, esto no significa que las mascarillas vayan a desaparecer de nuestra vida. Habrá empresas que querrán que los empleados sigan llevándola y habrá empleados que querrán seguir llevándola. Si ambas voluntades coinciden, no habrá problema. No obstante, atisbo mayores conflictos en casos en que empresarios quieran prohibir llevar mascarilla y trabajadores que quieran llevarla, así como a la inversa
Comentarios
Ayer escuché un comentario mientras estaba comprando en un supermercado. Van dos chicos jóvenes y dicen "mira, aquel es facha porque lleva mascarilla".
Ahora resulta que la gente que sigue usando la mascarilla de forma voluntaria en los espacios públicos cerrados son nazis, fachas, derechistas, porque están en contra de lo que dice el Gobierno, que si el Gobierno dice que no son obligatorias entonces los franquistas sí las usan, que los de VOX siguen usando mascarilla.
Pues eso, ahora la mascarilla parece que es como un símbolo para distinguir si alguien es de izquierda o derecha y la gente que no lleva mascarilla mira mal a la que sí la lleva y viceversa, o sea, las dos Españas de toda la vida otra vez presentes.
#3 yo te recomendaría que no saques conclusiones en base al criterio de dos imbéciles
#6 Para los que, seguramente, cualesquiera que no sean ellos mismos y sus colegas, son fachas. Añado.
#3 Pues claro!
Como te van a prohibir llevar mascarilla, si te piden quitártela le mandas a tomar por culo.
#1 O invitarles a leer mi libro:
#1 Lo dice en el envío, que el empresario podría hacerlo si lo cree conveniente para preservar la imagen de la empresa y cumplir con las normas de indumentaria. A mi no me parece bien pero hay jurisprudencias parecidas al respecto, como la que dice de ir en traje y corbata en verano.
#1 Supongo que te podrían prohibir llevarla si trabajas de cara al público. Aunque la lógica indica que ese es precisamente el puesto que justificaría llevarla.
España, ese país de enanos mentales