Según cuenta la leyenda, un granjero encontró huevos de pato conservados de forma natural en un charco de agua fangosa, ceniza y cal. Pero seguramente estos huevos tan apreciados en la gastronomía china, así como muchas otras delicias culinarias de las diferentes culturas, surgen de la necesidad de preservar los alimentos en el tiempo. Tradicionalmente se maceraban en una pasta de arcilla, ceniza, cal viva y sal. Y para que quedaran perfectamente protegidos y separados entre ellos, se envolvían con una mezcla de barro y salvado de arroz, donde se conservaban durante meses.