Hace 7 años | Por Adson a theguardian.com
Publicado hace 7 años por Adson a theguardian.com

A menudo hablamos del arte así: el artista tenía algo que «quería expresar», y luego, simplemente, ya sabes... lo expresó. Nos tragamos una especie de versión de la falacia intencional: la noción de que el arte va de tener una intención clara y cristalina y ejecutar la misma con confianza. El proceso real, en mi experiencia, es mucho más misterioso y más jodido de discutir honestamente.

Comentarios

D

Estoy en completo desacuerdo con la, digamos, "teoría literaria" expuesta en este artículo. Todo ese enfoque pragmático, con el posible lector en el centro del foco y pensando en limar cualquier aspereza del texto en favor de un buenismo mal entendido puede ser que llegue a producir "best sellers" de calidad pero no dará lugar a una obra de arte duradera.

El autor del artículo piensa, en mi opinión, demasiado en empatizar con los lectores. Tal vez por eso se encuentra con que los personajes de sus libros se le escapan de las manos, lo cual me parece un síntoma de debilidad imperdonable en un autor.

Y, por supuesto, como origen de todos sus males, habría que comentar la relación que este tipo de autores tienen con el lenguaje, al que consideran una herramienta cuando, en realidad es el escritor el que debería estar a su servicio.

Porque devenir herramienta de la lengua es dar una posibilidad a que esta muestre toda su belleza, es decir, su verdad.

En resumen: que si Paulo es gilipollas, tenemos que decir que Paulo es gilipollas. Si encima de gilipollas, como agravante, nos parece buena persona, también tenemos derecho a decirlo. Pero ha de ser la lengua, o sea, la forma más pura del pensamiento racional posible, la que decida qué y cómo se dice, y no una improbable lectora a la que, en realidad, le importa tan poco que Paulo nos parezca gilipollas como su opinión al autor, al editor, al distribuidor y al librero una vez que ha pagado por el libro.

#0

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Escribir... ¿No?

fofito

#1 comer

D

Tocarse...