Publicado hace 4 años por BorjaMartinezWalker a cartierbressonnoesunreloj.com

Algunas fotos del libro en las que sus hijos aparecían desnudos hicieron que ciertos sectores acusaran a Mann de ser una mala madre, de alimentar las fantasías de miles de pedófilos y de poner en peligro a todos los niños de Virginia. Fueron días, semanas y meses difíciles para Sally Mann y también para su familia, que veían cómo eran señalados, juzgados y utilizados injustamente en batallas que nada tenían que ver con ellos.

Comentarios

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Que fuerte.

Una persona que escribió una carta al New York Times hizo una predicción sobre mis hijos que acabó materializándose: habló de la existencia de un “tercer ojo” sobre ellos. Con esto se refería a una vergonzosa autoconciencia, un sentimiento de culpa y una duda moral provocada por las fotos. Y de los tres niños, a la que más afectó este “tercer ojo” fue a mi hija menor, Virginia: mi despreocupado y ágil duendecillo de río.

Este tercer ojo se centró dolorosamente en Virginia justo antes de que cumpliera los 6 años y lo hizo guiado por Raymond Sokolov, autor de un confuso artículo de opinión en The Wall Street Journal en febrero de 1991. Sokolov estaba molesto por las subvenciones gubernamentales que recibía un cierto tipo de arte que el público no experto “podría considerar degenerado” o “más allá del límite”.

Lo que desencadenó este artículo fue una fotografía mía titulada “Virginia at Four” que apareció en la portada de la revista Aperture en 1990. En ese momento, corrían ríos de tinta en torno a la financiación de las artes. Sokolov afirmó que lo que se conocía como ‘financiación pública selectiva’ no era lo mismo que la censura directa del gobierno. Como el gobierno no había financiado ni censurado el trabajo de mi familia, su relevancia para su argumento no estaba clara. (He recibido becas de varios organismos gubernamentales, pero ninguna para el trabajo sobre mis hijos). El artículo de Sokolov, banal y gris, cobró una inusitada fuerza gracias a que iba acompañado de la citada fotografía de Virginia, pero con bandas negras tapando varias partes de su cuerpo desnudo. The Wall Street Journal publicó y manipuló la foto sin mi permiso. El periódico de mayor tirada del país recortó y desfiguró mi fotografía como si se tratara de la Prueba A en una acusación de pornografía infantil.

Cuando vimos aquello lo sentimos como una mutilación de la imagen en sí, de la propia Virginia y de su inocencia. Por primera vez en su vida, mi hija sintió que pasaba algo malo, no sólo con las fotos, sino también con su cuerpo. Fue desgarrador ver cómo esa misma noche se metía en la bañera con la camiseta y los pantalones cortos puestos.

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En los 80 todos tenemos fotls familiares con nosotros corriendo desnudos por la playa. Quien ve en un niño de 5 años desnudo algo pornográfico tiene el mismo problema mental que el que le parece ofensivo que una mujer muestre su pelo.

El problema es del observador.

Butterface

libro maravilloso. Lo tengo desde hace años junto a un par de Sturges. Una obra sensacionalmente personal.