Mañana se gradúan Sara, Lucas y Mussa (los nombres son ficticios), en el centro educativo en el que colaboro. (...) Algunos, los menos, de estos hijos del fracaso escolar (o, en el caso de los inmigrantes, de la escolarización paupérrima), proseguirán su formación; el resto deberá adentrarse en un mercado laboral donde ya llegan tarde, pero no tienen otra alternativa. Ganarán un 66 % menos que los titulados universitarios, una distancia que nunca podrán recuperar porque en sus familias hubo disfunciones, conflictos, estrecheces y pobreza.
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