Hace 13 años | Por Sainthorm a elpais.com
Publicado hace 13 años por Sainthorm a elpais.com

Una persona poco comunicativa, rara y obsesionada con los libros y la sabiduría. No en vano se proclamaba admirador de Sócrates. Y enemigo de la televisión. Así era Julio José Zapata, de 52 años, que se quitó la vida después de acabar a tiros, supuestamente, con la de su esposa, Ana María Sánchez, de 49 años, y la del hijo de ambos, Carlos, de 16. El matrimonio, que había llegado con el chico al pueblo hace unos ocho años procedente de Madrid, estaba iniciando los trámites de separación.

Comentarios

Wir0s

Parece un reportaje de la gente de Bart.

Voto sensacionalista.

Gilgamesh

Es imposible sacar conclusiones justas a partir de una serie inconexa de casos particulares, los que terminaron en tragedia mortal en enero de 2011. Creo que las conclusiones justas sólo se sacan cuando se piensa con la cabeza fría, sobre datos en su contexto, pero sin intromisión emocional y sin atisbo de morbo. Esto se lo dejamos a los jueces, ya que dudo que esté en la mano del común de los mortales observar situaciones como las descritas aquí sin ponerse de mala hostia (a mí me cabrean mucho). Razón adicional para no precipitarse ni hacer generalizaciones. Así que lo veo algo sensacionalista.

Sin embargo, venga, me contradigo, me voy a mojar: un factor común a todos estos casos es que ella no puso denuncia con anterioridad. En algunos casos, me atrevo incluso, es posible que no existieran malos tratos previos a la tragedia. Y esto lo digo porque en algunos de los casos el asesinato ocurre en mitad de una discusión, de una pelea: es ahí donde el maltratador (el asesino) sale a relucir. Podrían ser una pareja normal el resto del tiempo, imagino. ¿Hombres que no saben manejar su ira?
Y otra cosa que me llama la atención es que, con frecuencia, el asesino se quita la vida, o lo intenta, tras el asesinato. Esto me hace pensar que quizá no resolvamos nada con penas más duras ni mandangas de ese tipo: lo que necesitamos es educación a todos los niveles. No os imagináis la cantidad de hombres, por lo demás sanos y cuerdos, que son incapaces de convivir con sus propias emociones. Las buenas y las malas. Y de ahí sale muchas veces la violencia, termine en tragedia, como éstas, en pelea, o en ridículo banal. Necesitamos una educación profunda en el aspecto emocional.

S

Sí, la verdad es que lo es un poco, pero no está de más echarle un ojo, creo.