Lo del ahorro energético está muy bien, sí, pero si se hiciera en serio acabaría chocando con nuestros derechos más elementales: el derecho a ir en coche a cualquier sitio, el derecho a estar en manga corta en febrero, el derecho a tener la iglesia del pueblo más iluminada que la catedral de Florencia, el derecho a comer la fruta que queramos todo el año aunque haya que traerla de otro continente, el derecho a viajar en avión o AVE…
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