El ser humano a lo largo de su vida utiliza productos que van dañando la capa atmosférica, pero también el organismo libera gases, partículas de piel y caspa que influyen en el sistema planetario y la contaminación del medio ambiente. Aun después de morir, el hombre continúa alterando el equilibrio ecológico con su cadáver. La caspa, así como las partículas de piel, las células, las bacterias y el polen son fuentes de contaminación mucho más importantes de lo que se creía, según un reciente estudio publicado.
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