«Costó mucho que los propietarios de las embarcaciones lo entendieran. Nos decían que se restringía su libertad en el mar, que toda la vida habían echado el ancla sin problemas, que cuál era la razón de cambiar ahora. Y cuando por la gente ya se había acostumbrado a utilizar las boyas de fondeo, las había aceptado e incluso aplaudido, este año no existen. No sabemos qué decirles. Es sorprendente».
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