Quinientos pesos le cuestan a un estudiante la transportación desde Guáimaro hasta la Universidad; 500 más el regreso. Mil pesos solo en una de las tantas necesidades que hoy asume un joven universitario. Duele leerlo, y más cuando muchos de ellos tienen que realizar este viaje semanalmente, algunos obligados por situaciones que presentan en sus hogares, otros porque quedarse en la beca no les representa una opción.
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