Al Apocalipsis sólo puedo reprocharle que sea tan lento. Una vez que te haces a la idea de que la catástrofe total está a la vuelta de la esquina, te entran las prisas. Es algo parecido a empezar a despedirse veinte minutos antes de que se vaya el invitado o esperar a que llegue el camión de la mudanza. La impaciencia fatigosa se presenta cuando el fin está dibujado con claridad en la cabeza.
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