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Pellizcan sus uñas invisibles en la piel enfermiza. Una y otra vez. Pinzas rojizas de cangrejo rompen el pensamiento fluido. El alarido de las ideas es un eco interminable. Los espasmos me arrancan, uno a uno, los pelos de las pestañas. Sin sombras afiladas sobre los ojos, la visión es una aparente perfección. Busca veloz en la desesperación un sorbo, pero la sequía agrieta el paladar y entorpece el caminar. Sin ella, el ansia indomable desangra las palmas de las manos.
Regresa Batasuna. Aparece un nuevo jugador ya conocido que podría desestabilizar el orden de la partida en Euskadi (Euskal Herria edo País Vasco). 'Sortu' es la nueva ficha; la Batasuna que rechaza cualquier tipo de violencia. Lo firman sus Estatutos. Llegan con ellos bajo el brazo, enfurruñados y escupiéndolos a mala gana para ser 'políticamente correctos' y colarse en los comicios de mayo. Aceptan las reglas del juego aunque tal vez no les gustan ni un pelo. Y pese al esfuerzo, tantas veces solicitado por los que ya jugaban, hoy parece ser qu
El barco es de papel. Flota en alguna bella irrealidad. Mástil de plastilina, velas rotas de fieltro y celofán, enorme timón de cartón. Añorando la inocencia infantil, y junto a mis pies, un ancla de metal que olvidé cuando lo inventé. Duerme acunado en la orilla, impaciente por la indecisión. Las letras del periódico caen desordenadas. Desaparecen como mancha entre la espuma del mar. El cielo es de papel de regalo. El sol una bombilla de bajo consumo que nadie apaga. La vida, inevitable, es la única que respira de verdad.
Pierde el calor ante un invierno inminente. Pierde la política en los votos de unos ciudadanos amaestrados. Pierde la mentira cuando se descubre la realidad diplomática del país más 'fuerte' del planeta. Pierde el fútbol tras noventa minutos de carreras, intenciones y sudor. Pierdo yo en el envío de otro deseo en papel que muere en el olvido de un cajón. Pierdes tú en la búsqueda de una felicidad que, pese a reír a la vista, siempre parece inalcanzable. Pierde la economía por el despilfarro de hace años...
Con el tiempo, y la edad tal vez, he perdido la inocencia plena con la que nací. Me asusta la madurez. A veces me siento un neumático gastado. De tanto rodar por las calles resbalo demasiado en las curvas y dejé de creer y confiar en mí y en ti. Me acomodo en una desconfianza que me regala el acierto en demasiadas ocasiones. El frío, la nostalgia y la soledad me ametrallan con interrogantes. ¿Vivimos el amor todos de manera igual? La experiencia me responde en negativo. Hay mil caminos, innumerables destinos e infinitos hogares en los que vivi
He detenido los pasos sin sentido. He respirado profundamente y abierto los ojos para observar el entorno. He localizado mi cuerpo, de pie, etílico, sonriente, solo y le he abofeteado para que despierte y afronte. Dejar de dejarse llevar y comenzar a ir. Hacia dónde tú y yo ordenemos. Sin pelea y con decisión. No hacer porque sí, porque no, o porque tal vez deberíamos. Hacer porque deseamos.
Peleamos por la felicidad. La buscamos a diario y erramos en el hallazgo al finiquitar gran parte de los días. No hay señales, sólo instinto. Y mi camino no es el tuyo. No se esconde en las monedas; al menos no toda, y tampoco en un buen puesto trabajo. Y por supuesto, difícilmente en el amor, tan complejo y frágil. El alcohol es una droga efímera y una risa ficticia. La carta de alucinógenos que secundan el menú, tanto de lo mismo. El sexo es placer, y sólo con la persona adecuada se escribe con mayúsculas.
Esperan mis dedos ser cosidos por tu estupidez repleta de corrección. Impaciente, aguardo tu crítica. Y prepotente, hoy adelanto mi invitación a escapar de mi pequeño país, más si no gusta lo masticado durante la lectura.
Somos dueños de nuestra piel. La engendra un instante, la moldea los genes, la convierte los hábitos y la deteriora la edad. Quizá, a veces, únicamente sobrevive la mirada. El planeta es un escaparate infinito de seres humanos. Un museo maravilloso que obviamos. Multitud de trazos de piel con diseños, colores y tactos que pocas veces nos detenemos a disfrutar. A diario, cruzan ante nuestros ojos, que avanzan vacíos, distraídos y absortos en pensamientos de necesidad imperiosa.
Pellizcan sus uñas invisibles en la piel enfermiza. Una y otra vez. Pinzas rojizas de cangrejo rompen el pensamiento fluido. El alarido de las ideas es un eco interminable. Los espasmos me arrancan, uno a uno, los pelos de las pestañas. Sin sombras afiladas sobre los ojos, la visión es una aparente perfección. Busca veloz en la desesperación un sorbo, pero la sequía agrieta el paladar y entorpece el caminar. Sin ella, el ansia indomable desangra las palmas de las manos.
Regresa Batasuna. Aparece un nuevo jugador ya conocido que podría desestabilizar el orden de la partida en Euskadi (Euskal Herria edo País Vasco). 'Sortu' es la nueva ficha; la Batasuna que rechaza cualquier tipo de violencia. Lo firman sus Estatutos. Llegan con ellos bajo el brazo, enfurruñados y escupiéndolos a mala gana para ser 'políticamente correctos' y colarse en los comicios de mayo. Aceptan las reglas del juego aunque tal vez no les gustan ni un pelo. Y pese al esfuerzo, tantas veces solicitado por los que ya jugaban, hoy parece ser qu
El barco es de papel. Flota en alguna bella irrealidad. Mástil de plastilina, velas rotas de fieltro y celofán, enorme timón de cartón. Añorando la inocencia infantil, y junto a mis pies, un ancla de metal que olvidé cuando lo inventé. Duerme acunado en la orilla, impaciente por la indecisión. Las letras del periódico caen desordenadas. Desaparecen como mancha entre la espuma del mar. El cielo es de papel de regalo. El sol una bombilla de bajo consumo que nadie apaga. La vida, inevitable, es la única que respira de verdad.
Pierde el calor ante un invierno inminente. Pierde la política en los votos de unos ciudadanos amaestrados. Pierde la mentira cuando se descubre la realidad diplomática del país más 'fuerte' del planeta. Pierde el fútbol tras noventa minutos de carreras, intenciones y sudor. Pierdo yo en el envío de otro deseo en papel que muere en el olvido de un cajón. Pierdes tú en la búsqueda de una felicidad que, pese a reír a la vista, siempre parece inalcanzable. Pierde la economía por el despilfarro de hace años...
Con el tiempo, y la edad tal vez, he perdido la inocencia plena con la que nací. Me asusta la madurez. A veces me siento un neumático gastado. De tanto rodar por las calles resbalo demasiado en las curvas y dejé de creer y confiar en mí y en ti. Me acomodo en una desconfianza que me regala el acierto en demasiadas ocasiones. El frío, la nostalgia y la soledad me ametrallan con interrogantes. ¿Vivimos el amor todos de manera igual? La experiencia me responde en negativo. Hay mil caminos, innumerables destinos e infinitos hogares en los que vivi
He detenido los pasos sin sentido. He respirado profundamente y abierto los ojos para observar el entorno. He localizado mi cuerpo, de pie, etílico, sonriente, solo y le he abofeteado para que despierte y afronte. Dejar de dejarse llevar y comenzar a ir. Hacia dónde tú y yo ordenemos. Sin pelea y con decisión. No hacer porque sí, porque no, o porque tal vez deberíamos. Hacer porque deseamos.
Peleamos por la felicidad. La buscamos a diario y erramos en el hallazgo al finiquitar gran parte de los días. No hay señales, sólo instinto. Y mi camino no es el tuyo. No se esconde en las monedas; al menos no toda, y tampoco en un buen puesto trabajo. Y por supuesto, difícilmente en el amor, tan complejo y frágil. El alcohol es una droga efímera y una risa ficticia. La carta de alucinógenos que secundan el menú, tanto de lo mismo. El sexo es placer, y sólo con la persona adecuada se escribe con mayúsculas.
Esperan mis dedos ser cosidos por tu estupidez repleta de corrección. Impaciente, aguardo tu crítica. Y prepotente, hoy adelanto mi invitación a escapar de mi pequeño país, más si no gusta lo masticado durante la lectura.
Somos dueños de nuestra piel. La engendra un instante, la moldea los genes, la convierte los hábitos y la deteriora la edad. Quizá, a veces, únicamente sobrevive la mirada. El planeta es un escaparate infinito de seres humanos. Un museo maravilloso que obviamos. Multitud de trazos de piel con diseños, colores y tactos que pocas veces nos detenemos a disfrutar. A diario, cruzan ante nuestros ojos, que avanzan vacíos, distraídos y absortos en pensamientos de necesidad imperiosa.