En su soledad, el anciano encontró en esta persona a un amigo, o eso pensaba. La causa ha llegado al Tribunal Supremo, que ha sentenciado. El Supremo recuerda que no existe patente de corso para el donatario: recibir la donación no borra el deber de respeto hacia el donante, y la ley contempla claramente que una conducta penalmente sancionada como unas coacciones, aunque leves, tras la entrega del bien, constituye muestra suficiente de ingratitud.
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P.D.
El Gobierno de Rajoy tampoco pintaba absolutamente nada.