Con el incremento de los casos de cáncer, especialmente en personas jóvenes, se hace cada vez más patente una paradoja inquietante: el Estado del bienestar nos enferma para poder financiarse.
En Europa subsiste un dogma tácito: el Estado del bienestar es intocable. Alcanzarlo costó décadas de lucha y su crítica se percibe casi como sacrilegio. Pero cuestionar no es destruir; en una democracia madura, revisar las reglas de juego debería ser un deber cívico.
La teoría de la ventana rota (Wilson & Kelling, 1982) demuestra que un cristal sin reparar invita a romper el siguiente. De forma análoga, el Estado del bienestar se construyó con algunas “ventanas rotas” en su estructura original, y las décadas de políticas neoliberales no solo no las repararon, sino que han seguido rompiendo las que quedaban intactas. El resultado es un sistema que, en nombre de protegernos, ha terminado dependiendo de aquello que deteriora nuestra salud.
Pero cuestionar no es destruir; en una democracia madura, revisar las reglas de juego debería ser un deber cívico.
El alza del cáncer y sus causas bien documentadas
¿A qué se debe este incremento de cáncer y otras enfermedades crónicas?
Las causas son multifactoriales y ampliamente documentadas por organismos internacionales como la OMS y la Agencia Europea del Medio Ambiente:
- Comida ultraprocesada, que ya representa más del 50% de la dieta en muchos países europeos (Monteiro et al., Public Health Nutrition, 2019).
- Tabaco, responsable del 25% de las muertes por cáncer (OMS, 2023).
- Alcohol, vinculado a más de 200 enfermedades y lesiones (OMS, 2022).
- Microplásticos y productos químicos en los alimentos (Science Advances, 2023).
- Pesticidas y plaguicidas usados en la agricultura intensiva (Environmental Research, 2020).
- Edulcorantes y potenciadores del sabor, como el glutamato monosódico, con efectos metabólicos discutidos (Nature Metabolism, 2021).
- Contaminación atmosférica, la principal causa ambiental de mortalidad en Europa (AEMA, 2022).
- Sedentarismo y estrés crónico, ligados a la vida urbana moderna.

¿Donde estan nuestros gobernantes cuando se les espera?
¿Porque nuestros politicos no ponen cartas en el asunto? Una respuesta posible es que todos estos agentes nocivos son también una fuente relevante de financiación para el Estado. Los impuestos sobre el tabaco, el alcohol o los combustibles suponen miles de millones de euros cada año. En España, por ejemplo, aportan más de 15.000 millones de euros anuales (Ministerio de Hacienda, 2023), mientras que el gasto sanitario derivado de enfermedades relacionadas con esos mismos productos supera los 20.000 millones (OCDE, Health at a Glance, 2023).
Así, el Estado del bienestar entra en una contradicción estructural: necesita del consumo de productos que enferman a la población para sostener económicamente el sistema que luego debe curarla.
Un ejemplo reciente ilustra bien esta paradoja: la Seguridad Social ha comenzado a financiar medicamentos como el Ozempic para tratar la obesidad. Por un lado, se tolera la publicidad agresiva de comida basura y bebidas azucaradas; por otro, se subvencionan tratamientos farmacológicos para paliar sus consecuencias. El resultado es que el dinero público termina beneficiando doblemente al mismo sistema: primero a la industria alimentaria que nos enferma, y luego a la farmacéutica que nos “cura”.
La captura del Estado por parte de estos intereses privados, junto con la pasividad —o directamente la connivencia— de muchos representantes públicos, mantiene bloqueadas las reformas necesarias. Las llamadas “puertas giratorias” entre gobiernos y corporaciones agravan aún más el problema, erosionando la ética institucional y la confianza ciudadana.

Así, el Estado del bienestar entra en una contradicción estructural: necesita del consumo de productos que enferman a la población para sostener económicamente el sistema que luego debe curarla.
Salidas posibles sin desmantelar el Estado
Si esta paradoja es sistémica, y el Estado del bienestar está coaccionado por el mercado y sus monopolios, la pregunta inevitable es qué podemos hacer para liberarlo de sus garras. Tal vez la respuesta no sea desmantelar el Estado del bienestar, sino reformarlo para hacerlo coherente con su propósito original: proteger la vida sin depender de lo que la destruye:
- Impuesto verdadero: tasar los ultraprocesados con un 10 % específico y rebajar el IVA a frutas y legumbres al 4 % (modelo México; ingresos netos +2 700 M€/año).
- Fiscalidad transparente: que cada Presupuesto público incluya el coste-neto(ingresos fiscales – gasto sanitario) de tabaco, alcohol y azúcares añadidos.
- Puertas giratorias cerradas: prohibición de ocupar cargos en empresas reguladas durante 5 años tras abandonar el sector público.
- Publicidad infantil cero: restricción horaria total para comida ultraprocesada, alcohol y bebidas azucaradas (ley ya vigente en Noruega y Portugal).
Un Estado del bienestar auténtico no debería depender de que enfermemos para sostenerse.
Adela_Moreno_Sanchez