En el norte, donde los campos de algodón se extienden hasta el horizonte, los agricultores ya no esperan a los jornaleros. Han dejado cosechas enteras en el suelo. En las ciudades, los restaurantes cierran antes, los constructores postergan proyectos, y las facturas de horas extras se acumulan como nieve en invierno. La manufactura, antes el motor silencioso del crecimiento texano, ahora enfrenta paradas técnicas por falta de operadores calificados. El 10% de las plantas ha reducido turnos, y otro 9% ha dejado maquinaria inactiva.
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Y ahora. Ajo y agua.
Muchos de estos negocios vivían gracias a trabajadores sin papeles. Hay que pagar contratos, impuestos y subir salarios.
Que disfruten lo votado.
Un poco más y como campaña progresista anti-Trump estamos pidiendo la vuelta de la figura legal de la esclavitud.
"[...]No es que no haya gente dispuesta a trabajar —dice un supervisor en McKinney—. Es que la gente que sí trabajaba, ya no puede.[...]"